martes, 31 de agosto de 2010

MINISTERIO DE CULTURA, siguen opinando...

El Ministerio de Cultura, tan bien recibido por unos y vapuleado por otros, despierta muchas opiniones y comentarios al respecto. Como el que compartimos acá del diario el correo

Existe mucha desconfianza por la creación del nuevo ministerio, claro con nuestro aparato estatal disfuncional y poco o casi nada efectivo, es natural la desconfianza de las personas hacia un nuevo ente estatal. Pero veámoslo de este modo, éramos el único país de la región que no tenía un Ministerio de Cultura y pues ya era hora de tenerlo, dependerá mucho de nosotros la sociedad civil, estar alertas para que la marcha de este nuevo ministerio cumpla los objetivos para los cuales fue creado.

domingo, 29 de agosto de 2010

Sobre el flamante Ministro de Cultura

Fue declarado Ministro de Cultura hace uno pocos días y ya sus opiniones, declaradas tiempo atrás, nos hacen pensar por donde será la orientación del Ministerio.
Consuela al menos que su gestión dure lo que queda del gobierno y que el siguiente en componer el ministerio, eliga con más cuidado.



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lunes, 2 de agosto de 2010

REFLEXIONES SOBRE EL MINISTERIO DE CULTURA

“Una cultura es la configuración de la conducta aprendida y de los resultados de la conducta, cuyos elementos comparten y transmiten los miembros de una sociedad”.

(Ralph Linton-“The Cultural Backround of Personality”, 1945, D. Appleton-Century C., Londres)

Pese al anuncio del propósito, a todos ha sorprendido la creación de un nuevo ministerio, el de la cultura, en respuesta a un proyecto que ha sufrido modificaciones de último momento surgidas del mercadeo político y no del análisis y debate necesarios.

En un plazo muy breve, el Ministerio de Economía deberá generar un plan de estructura y gestión, para lo que, en la práctica, es una colcha de retazos institucionales. Otro punto de esencial interés, soslayado en todos los tonos, es el del indispensable presupuesto que alimente los propósitos expuestos y eche a andar una maquinaria, hasta ahora, desconocida.

Si existía alguna esperanza al respecto, la ausencia casi total del tema, del discurso presidencial en el Congreso, aumenta las sospechas pesimistas.

La urgencia, tantas veces exigida y pospuesta, para una reforma integral del Estado, caracterizado por su lentitud, ineficiencia y falta de meritocracia, se extenderá, entonces, al nuevo organismo que se crea ahora, a imagen y semejanza de lo existente.

Grave descuido es la no inclusión de la ciencia y tecnología, en este nuevo ente que debería liderar la promoción de la creatividad en todos sus aspectos.

Creo que Marco Sifuentes, en su columna de días atrás, lo ha dicho con acierto:

“Evidentemente, el Ministerio de Cultura ha sido creado con muy buenas intenciones, pero sin la intervención de expertos en gestión pública. Finalmente, los intereses políticos negociaron entre sí y nos dejaron un Frankestein de buen corazón, pero cuya torpeza será tristemente evidente conforme empiece a dar los primeros pasos”.

Pero no solo se debe exigir al Gobierno Central atención a la promoción y apoyo cultural.

Hasta el momento, ningún candidato a los gobiernos municipales ha manifestado proyecto alguno referido a lo cultural. Se habla, brevemente, de algún tema relacionado con lo educativo, pero debe entenderse que la educación es instrumento de la cultura (aquí sugiero releer la cita del comienzo).

Es en los núcleos municipales donde debiera realizarse una tarea activa y cohesionadora. Y ninguno de los candidatos parece interesarse en el tema. Seguramente porque la política prima sobre el interés por la mejora de la calidad de vida del ciudadano.

Mientras tengamos autoridades edilicias como la que ha destrozado el Paseo de los Héroes Navales y ahora el Paseo Colón, o que impida la creación de un museo con una obstinación digna de mejor causa, o que destruya un malecón tradicional sin justificación alguna, entre varios de los esperpentos que nos toca soportar, desamparados e impotentes, no podremos alentar muchas esperanzas.

En cuanto al nuevo ministerio, no será una personalidad relevante en su quehacer personal, el seguro para llevar adelante el emprendimiento, si no se le provee de un presupuesto adecuado y generoso y, sobre todo, un equipo humano altamente calificado. Todo ello ceñido a una reglamentación que se aparte de los vicios y defectos de la burocracia tradicional, atendiendo con inteligencia comprensiva el alcance de sus metas tan complejas.

Hecha la ley...

Un comentario agudo acerca de la percepción de todos los peruanos frente a la reciente creación del ministerio de cultura.

Hecha la ley del Ministerio de Cultura se espera que se reglamente cuanto antes y se convoque a la persona idónea para el cargo de ministro, de quien se espera sea el orquestador del grupo de expertos que planteen la política cultural de Estado —que deberá recibir todo el apoyo de este para su implementación, si se quiere que realmente funcione—.

Ya se le pasó al presidente la oportunidad de anunciarlo en el “gaseoso” discurso del 28 de julio que solo le dedicó unos cuantos minutos a temas dispersos del ámbito cultural, más ligado a infraestructuras que a políticas. Esperamos que no se le escurra el poco tiempo que le queda; a no ser que quiera dejarle este presente (de tiempo) al próximo gobernante.

El problema con la consolidación de un sistema eficaz de funcionamiento de las articulaciones culturales de una nación, para un gobernante, es que él se vuelve prescindible y se le cortan las alas para gestos personalistas de viejo cuño. Una Casa de la Literatura estaría enmarcada en un orden de prioridades en función de un todo y no sería un asunto de palacio. El traslado de una persona que debiera estar considerada como patrimonio cultural vivo de la nación como Armando Robles Godoy, al hospital del seguro social, no debiera ser un gesto palaciego de beneficencia sino un derecho de autor —lo que no quiere decir que mientras no exista tal sistema dichos gestos sean cuestionables, por el contrario son del todo encomiables—.

Para que la cultura —“la esencia misma de una nación” como la define Francisco Miró Quesada Cantuarias— no dependa de la sensibilidad del gobernante de turno, ya se dio el gran paso de promulgar la ley. Pero hecha la ley —dice la suspicacia criolla— hecha la trampa. Una de las peores que se le podría hacer al ministerio, y es la más temida, es que se convierta en un agencia de empleo para la clientela electoral del partido encumbrado. Esa manera de minar al Estado con bombas ya no de tiempo sino perpetuas es una de las raíces más perversas de la porosidad del Estado Peruano, de su falta de institucionalidad y autonomía. A fuerza de infiltrarlo se ha vuelto una esponja amorfa empapada por funcionarios que —en la mayoría de los casos y con escasas excepciones— ni son de carrera ni están por mérito propio.

Un nuevo ministerio como el de Cultura podría ser un modelo ejemplar que marque un nuevo rumbo. La esperanza es lo último que pierde el hombre.
FUENTE: Eduardo Lores